El Presidente observa con preocupación la falta de coherencia y reflejos en su equipo de colaboradores, además de disputas por espacios de poder en distintas áreas del Gobierno.
Por Marcelo Bonelli para Clarín.
Alberto Fernandez está enojado con varios miembros del Gabinete y envió instrucciones secretas para que los ministros “en capilla” rectifiquen su accionar. La Casa Rosada critica a muchos funcionarios por la “parsimonia” en su gestión y errores constantes. Se los acusa de que “no terminan de arrancar” y de que ese lento accionar perjudica al propio Presidente. A otros se los cuestiona por imprudentes apariciones públicas y habría sido el propio Fernández quien los censuró y les pidió que “se callen”.
Los cuestionamientos – nunca públicos – abrieron ya muchas internas en el Gabinete y disputas por espacios de poder. Alberto explotó -hace unos días- con Santiago Cafiero y Mario Meoni. Fue después de que ambos anunciaron un tarifazo, con una anticipación de tres meses. En público los desacreditó, pero en privado utilizó hasta insultos fuertes para criticarlos.
Pero las objeciones por la ausencia de una gestión sostenida involucraron a otra parte del Gabinete. La vinculada a la inversión pública y la energía. Los apuntados son -los hasta ahora mimados- Gabriel Katopodis y Maria Eugenia Bielsa. Los cuestionamientos contra ambos surgieron de varios gobernadores, que se quejaron ante la Casa Rosada. Ambas áreas son claves para remontar la actividad y activar obras públicas. Socios políticos de Alberto F. hablaron de “parálisis” ministerial.
Ambos ministros se defienden y culpan de sus problemas a otro funcionario: acusan a Martín Guzmán de no abrir la mano del Presupuesto y girar fondos para encarar los planes que tienen elaborados. Pero Guzmán es ahora intocable para el Presidente. El ministro de Economía con una táctica inusual, lleva adelante lo que siempre criticó el kirchnerismo: un brutal ajuste fiscal. Matías Lammens también enfrenta serios problemas. El ministro de Turismo no se habla con sus secretarías de Estado -aquellas que le impuso la política- y existen acusaciones cruzadas entre ellos.
Pero para los hombres de negocios la interna más fuerte es la que tienen Matías Kulfas y Sergio Lanziani. Lanziani desarrolla una hiperactividad mediática, pero concreta poco en la secretaria de Energía. Hasta ahora se desconoce la política petrolera. Fernández -para compensar- haría un anuncio el domingo sobre el “blindaje” a Vaca Muerta.
El proyecto original tuvo muchos retoques y varios jefes de las petroleras temen una cosa: que en lugar de un blindaje al negocio, quede un “queso gruyere”. Hace un año que Vaca Muerta esta paralizada. Entre los empresarios las disputas internas generan inquietud. Saben que frenan decisiones y están a la espera de un plan monetario y financiero para bajar la inflación y crecer. En la UIA y en Adeba también saben que hay peleas de fondo: una sin cuartel, entre Máximo Kirchner y Axel Kicillof. El gobernador bonaerense también habla mal de Martín Guzmán.
Pero todos temen por la relación entre el Presidente y Cristina. Entre los directivos existe un convicción: muchas internas de gabinete son una exteriorización de cortocircuitos de la vicepresidenta con Alberto.
Cristina quiere que tome medidas y acciones que le faciliten una solución a sus serios problemas judiciales por corrupción. Cuando la vicepresidente no ve avances activa a un funcionario leal para meterle ruido a la Casa Rosada . Pasó con el tema de los “presos políticos”, las críticas al FMI y también las objeciones a la gira europea de Alberto. Esta cuestión es la que espanta a los hombres de negocios. Nadie va a tomar decisiones serias, mientras que ese conflicto latente persista y no esté claro quién manda en la Argentina.
Fernández tuvo un fuerte apoyo del FMI. El Presidente le sacó un gran rédito político al comunicado del Fondo. La Casa Rosada tuvo la capacidad de transformar un diagnóstico durísimo del FMI, en una suerte de éxito político. Washington declaró que la Argentina es insolvente y en Buenos Aires se llegó a “festejar” como un logro y éxito esa declaración.
Lo concreto es que los acreedores ni se inmutaron. El paso de Guzmán por Wall Street fue extraño: se reunió con pocos y no dio ninguna señal precisa. Ahora todo está concentrado para la semana próxima: en su despacho, el martes, Guzmán recibirá a los jefes de los principales fondos acreedores. El “Club de los 40” atrasó unas jornadas su misión -por el viaje del ministro a Manhattan- y quieren escuchar, ese día, la propuesta argentina. La misión estará integrada por jefes de Greylock, Pimco Blancrock, Fidelity, Templeton y Northem Trust. Existe un pacto político entre Kristalina Georgieva y Alberto F. que explica la alianza estratégica entre el FMI y la Casa Rosada. Hay un gran conflicto interno en Washington y Georgieva quiere emprolijar la crisis argentina. Para eso, aceptó tener un relato amigable con los postulados del Gobierno. Sus comunicados son extremadamente laudatorios a la dupla Fernández-Guzmán, como lo fueron las expresiones que Christine Lagarde dedicó a Mauricio Macri.
Alberto – a su vez – lleva adelante un ajuste de la economía que el FMI pondera. La ley de solidaridad incluye un ajustazo sobre la actividad privada del 2,4 % del PBI. Ahora se viene otro saque al campo. Un documento inédito de FADA -que entregó al FMI- dice que afectará la generación de divisas para pagar la deuda. Kristalina elogia una virtud política de Alberto: que el Presidente aplica semejante ajuste sin reacciones sociales.
El recorte a los jubilados, por ejemplo, no generó ninguna movilización de protesta. El acuerdo del FMI con Macri movilizó a intransigentes kirchneristas, a afamados artistas, organismos de derechos humanos, docentes de Hugo Yasky, grupos sociales y hasta a la propia Cámpora, con Maximo Kirchner a la cabeza. Fue en pleno centro y la consigna contra el FMI era “la patria no se negocia”. En el FMI lo tienen muy presente. Por eso reconocen y ponderan a la Casa Rosada: ahora Alberto les hace comer a todos un gran sapo político.